miércoles, 11 de noviembre de 2009

1920 - 1930 (Parte 1)


El principio del siglo que terminamos o estamos por terminar es una época en la que el cambio es inminente y la moda, como siempre, refleja el carácter que está adoptando la sociedad. Se gasta más dinero en diversión y ropa. La ostentación y la extravagancia se rigen por un relajamiento en las cuestiones políticas y las grandes fiestas ocupan la mayor parte del tiempo en todos los niveles sociales.

En cuestión de moda los años veintes son la primera gran ruptura con la tradición femenina de faldas largas, vestidos incómodos y cinturas ajustadas por inhumanos corsets. La figura femenina en forma “S” de años anteriores no se usa más. Se trata de escandalizar, de hacerse presente en un mundo dominado por hombres. La forma femenina adquiere un aspecto cilíndrico, dando paso al modelo característico de esta época, el de talle largo, a la altura de las caderas sin marcar la cintura.

La ruptura no es sólo en la moda. La mujer se percata de su situación con respecto al hombre y no le agrada, y es así como empieza hacerse presente en ámbitos en los que no era bien visto que una mujer realizara actividades que estaban destinadas a los hombres, como los deportes; se puso de moda jugar tenis, golf, polo, la natación, incluso los diseños de trajes deportivos fueron muy peculiares y atrevidos para la época. Los trajes de baño eran vestidos pequeños, pero a partir de ahí se empezó a cortar tela sin parar hasta llegar a la diminuta ropa de playa de nuestros días. De hecho la ropa interior también sufre cambios; los complicados corsets se irán transformando en corpiños y surge el brassiere con diferentes formas.

La mujer empieza a salir a la calle, a desempeñar actividades donde el libre movimiento se hace necesario; el largo de las faldas y vestidos paulatinamente se va acortando hasta los tobillos, y en 1925 se lanza a las pasarelas la falda a la altura de las rodillas. La indignación de la sociedad masculina llega hasta el extremo de que el arzobispo de Nápoles se atreve a decir que un terremoto ocurrido en Amalfi era la demostración del enojo de Dios por haber aceptado las faldas cortas en el guardarropa femenino. El caso de Estados Unidos es similar; en Utah fue propuesta una ley que multaría y encarcelaría a mujeres por usar faldas de más de siete centímetros y medio arriba del tobillo; en Ohio, la altura permitida de la falda era menor, no subía más allá del empeine. Por supuesto, estas propuestas de ley nunca fueron aceptadas, perolos hombres, al verse amenazados, lucharon con todas sus armas para impedir la sublevación de las mujeres. Incluso las ligas que detienen las medias, recién descubiertas por la nueva altura de la falda, se convirtieron en un nuevo accesorio; las había con piedras preciosas y llegaban a costar hasta 30 000 dólares de aquella época.

En las naciones afectadas por la guerra la presencia de las mujeres en las calles era similar, pero las razones eran otras. Mientras que en muchos países la necesidad de cambio era por cuestiones sociales, los derrotados tenían que enfrentar la devastación. Había que reconstruir desde los edificios y calles hasta el alma de sus habitantes. La única forma era salir a hacerlo, las mujeres lo hicieron y el cambio de su vestimenta se volvió una necesidad.

El estilo con el que se puede definir esta época es parecer lo más andrógino posible. Junto a la forma cilíndrica donde se escondían las curvas femeninas –en algunas ocasiones llegaban a vendarse el busto para tratar de ocultarlo–, estaba el corte de pelo. Por primera vez la mujerdeja atrás las largas cabelleras y los complicados peinados; surge entonces una nueva estética de lo sensual. El corte, llamado garçonne (muchacha, en francés) junto con atuendos totalmente masculinos les ayuda a crear ese ideal erótico basado en lo andrógino. Junto al corte de pelo se diseñan sombreros acordes con la nueva imagen. El estilo cloche adoptaba formas siguiendo el contorno de la cabeza; otros más tenían ala pequeña, por lo que era imposible usarlos con el pelo largo. Un dato curioso del uso del sombrero era que la pequeña ala les cubría parte de los ojos, por lo que tenían que caminar con la cabeza en alto; esto sugiere una imagen muy representativa de la nueva actitud de las mujeres.

En Francia, Madeleine Vionet inventa el corte de pelo “al bies” del sombrero, lo que empieza a influir en sus creaciones, que serán imitadas por el resto de diseñadores.

Algunas mujeres menos rebeldes optaron por no cortarse el pelo, pero lo peinaban de una manera que sugería el nuevo estilo. No era fácil distinguir una mujer de un colegial, a no ser por el llamativo lápiz labial rojo y las brillantes sombras en los párpados. El maquillaje se tornó más abundante, con líneas más definidas. Las bocas de los años veintes son delgadas y en forma de corazón, efectos que se lograban gracias a nuevos productos. Es también característica la delgada línea de las cejas, haciendo hincapié, en todos los sentidos, en una simplificación de las formas, tanto en el maquillaje como en los estilos de los diseños que contrastan con lo complicado de las formas del pasado.

Las necesidades de los nuevos tiempos propiciaron el invento de accesorios que hacían más práctica la feminidad, como las cigarreras y los perfumeros en forma de anillo. “Para tenerlo siempre a la mano en caso de necesidad, puede guardarse ahora el perfume favorito en unos anillos expresamente construidos con ese destino, y que contienen un minúsculo frasquito en su interior”. Es así como la revista El Hogar (Buenos Aires, abril 1926) presenta este nuevo producto. Otros accesorios importantes son los largos collares de perlas, las bolsas compactas y, bajo la influencia de Coco Channel, la joyería convertida por primera vez en un objeto de moda. [...]
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